El útero del trueno.
“…la Madre derramará su cólera de fuego por los ojos de todos los volcanes…”
Ciegos ovarios de terrones ciegos
expulsaron la cólera compacta,
los secos estertores sediciosos.
Después
se oyó el sonido espiralado
como anillos de muerte amenazante
girando en sus ausencias sin retorno,
creció entre las raíces del subsuelo
y ascendió
por callejas verticales
hasta las altas torres del asombro.
Era el advenimiento de los truenos.
Los ávidos abismos,
malheridos,
parieron muchedumbre de cerrojos,
recorrieron
con olas crepitantes
os muslos calcinados de las piedras
y, prisioneros del dolor,
ardieron
en fogatas de coágulos furiosos.
Porque ya no había sitio para el hombre,
porque un insomnio sucio y homicida
había establecido,
para siempre,
la arquitectura espesa de sus odios.
1 comentario:
brutalmente bueno!
el hombre y sus excesos!
comparto el sentido
saludos
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