La vida empalizada
“Mientras muchos zoológicos aseguran estar preocupados por el estado general de los animales que viven en sus recintos, continúan siendo prisiones para aquellos que no han cometido ningún crimen, excepto pertenecer a la especie equivocada.”
Una urdimbre de redes
impiadosas
confina los rugidos maniatados...
Allí comienza el feudo de la muerte.
El reino que parió la sexta luna
cuando aún la distancia era peñasco
y el silencio sopló sobre la tierra
para engendrar,
con ecos de rocío,
el linaje unigénito del barro.
Ése que alza una vida empalizada
por capturar los ojos amarillos,
el elástico paso como sombra,
la tensión de los músculos metálicos...
A sabiendas que nadie roba el viento,
que la pereza hipócrita no basta
para la sed de sangre palpitante
que se agazapa en la raíz del odio
hasta estallar en los colmillos ávidos.
Ése que corta cielos y horizontes
con tijeras de orgullo envilecido,
el que de tanto entretejer alambres
no recuerda el reverso de la trama...
mientras mira el refugio del que mira
a través de un rectángulo oxidado.
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