El refugio perdido.
“El insaciable apetito humano devora los recursos naturales y deja, tras de sí, territorios yermos…”
Porque la esfinge reveló su enigma
cuando la luz agónica del día,
embriagada de muertes taciturnas,
estalló en remolinos de cebollas
y en vasijas de negros desamparos,
los torpes legatarios de las lágrimas
bebimos los narcóticos del miedo
cumpliendo los rituales de las sombras.
E invocamos el nombre de los dioses
y ofrecimos la sangre en holocausto
y
cercenada por cuchillos negros
la contrición fue un páramo amarillo
presumiendo destierros de amapolas.
Mientras tanto,
las puertas se cerraron.
Sólo una orografía nauseabunda,
sólo orillas de brumas cenicientas
ofrecieron refugio a la memoria.
Porque el tiempo del hombre era intemperie,
el horizonte un hecho consumado
y el destino,
zurcir en los telares
urdimbres de leyendas andrajosas.
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