Por la lepra del aire.
“Sobre las ciudades se puede observar una bóveda de aire irrespirable al que los técnicos llaman material particulado…”
Anda un andrajo oscuro
que insolenta
la piel del desamparo irreversible
clavando sus espuelas mercenarias
en los ijares secos de los soles,
que cabalga en un potro de cenizas,
sobre un jamelgo agónico,
indigente,
de belfos sucios,
de ojos homicidas
y cascos extenuados de horizontes.
No deja más que llagas a su paso,
nada más que plegarias ampolladas,
nada más que leprosos mascarones,
nada más que un olvido perentorio
horadando las hojas de los fresnos
con sus garúas breves y salobres.
Ante su luz se funda la matanza.
Y trinos derribados de gorriones
nos asfixian con hilos de relámpagos
desde las sombras agrias de la noche.
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